La alta cocina ha comenzado a mostrar su lado más humanitario, un fenómeno que ha sido ampliamente discutido en el Gastronomic Forum Barcelona (GFB). Este evento ha reunido a chefs que, además de ofrecer exquisiteces culinarias, están comprometidos con temas de solidaridad y sostenibilidad, trabajando para ayudar a los colectivos más vulnerables. En esta ocasión, el foro se ha convertido en un espacio para reflexionar sobre la función social de la gastronomía.
Solidaridad con los afectados por la dana
El encuentro ha tenido lugar en un contexto delicado, marcado por las lluvias torrenciales que han afectado a diversas regiones de la península, complicando el acceso a la ciudad. En respuesta a esta situación, la organización del GFB ha decidido destinar todos los alimentos no perecederos a los damnificados por las inundaciones en la Comunidad Valenciana y otras áreas afectadas. Este tipo de iniciativas demuestra una notable conciencia social dentro del ámbito gastronómico.
Además, la entidad Smart City Expo World Congress ha promovido la colaboración de expositores con soluciones tecnológicas que puedan paliar los efectos de este tipo de desastres naturales. La coordinación entre eventos y organizaciones es fundamental para multiplicar el impacto positivo en las comunidades afectadas.
Ayuda a los más necesitados
Uno de los protagonistas de este encuentro ha sido el chef del restaurante Casanova, Andrés Torres, quien es también presidente y fundador de la organización Global Humanitaria. Durante su intervención, destacó la importancia de utilizar la gastronomía como vehículo para llevar ayuda a aquellos lugares donde más se necesita. “Uno de los grandes sentidos de la cocina es transportar el mundo de la gastronomía a los países donde hace falta”, aseguró Torres.
A través de su ONG, Torres ha estado trabajando en países con conflictos bélicos y en zonas en desarrollo, llevando un mensaje de esperanza a 15 naciones. Recientemente, su organización lanzó 30 toneladas de alimentos en paracaídas sobre Gaza, lo cual es solo uno de los muchos ejemplos de sus esfuerzos por ayudar a los más desfavorecidos. Además, en España, han estado apoyando a los afectados por la dana en la Comunidad Valenciana, repartiendo 2.500 raciones de comida durante los últimos días.
Una fundación para Atrio
Desde Cáceres, los chefs José Polo y Toño Pérez, propietarios del triestrellado restaurante Atrio, también compartieron su experiencia en el GFB. Ellos han creado una fundación con el objetivo de utilizar su éxito en la alta cocina como un medio para llevar música terapéutica a personas mayores, niños y aquellos con necesidades especiales. El caso de Mateo, un niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA), fue especialmente inspirador y llevó a los chefs a emprender este proyecto.
La fundación Atrio no solo se enfoca en la música, sino que también sabe que hay muchas personas haciendo cosas extraordinarias por la sociedad. Esto ha llevado a Polo y Pérez a reflexionar sobre cómo sus conocimientos culinarios pueden ser canalizados para el bienestar de otros, mostrando que la gastronomía puede tener un impacto positivo en muchos aspectos de la vida.
El alma de la cocina africana
Otro de los mensajes poderosos del GFB ha venido de la chef Selassie Atadika, quien presentó su proyecto Midunu, originario de su Ghana natal. Su trabajo se basa en el empoderamiento de las mujeres y el apoyo a los agricultores locales, elementos que son esenciales para construir comunidades más sostenibles. “Es importante empoderar a las comunidades para un futuro más sostenible”, enfatizó Atadika.
Además, Atadika ha desarrollado un recetario que define lo que ella llama la «nueva cocina africana», un esfuerzo por rescatar y modernizar las tradiciones culinarias del continente. A través de este enfoque, busca no solo innovar en la cocina, sino también valorizar la producción agrícola local y hacer de la gastronomía un motor de cambio social.
Un evento lleno de compromiso social
La primera jornada del Gastronomic Forum Barcelona se ha cerrado de manera reflexiva, evidenciando que la alta cocina puede ser mucho más que un simple deleite para el paladar. La convergencia de gastrónomos con ideales humanitarios y solidarios abre un nuevo capítulo en el que la comida se utiliza como un medio para transformar realidades. Este evento no solo ha sido un escaparate de habilidades culinarias, sino también una plataforma de visibilidad para las causas cruciales que merecen ser atendidas.
Al final, lo que se ha dejado claro es que la gastronomía es un arte que puede ayudar a sanar y sostener comunidades. Las historias compartidas en el GFB son un recordatorio de que la cocina, como todo en la vida, tiene el poder de hacer el bien, de unir, y sobre todo, de fomentar un futuro más esperanzador para todos.








