Durante los últimos 40 años, la agricultura, la pesca y la alimentación en España han experimentado una notable evolución, convirtiendo al país en una potencia en estos sectores. Este desarrollo ha sido impulsado por distintas reconversiones y adaptaciones a las políticas de la Unión Europea (UE), un proceso que conmemora este jueves el aniversario de la firma del Tratado de Adhesión de España a la entonces Comunidad Económica Europea.
Un camino de transformación
La integración de España en la Europa comunitaria no fue sencilla. Las negociaciones, especialmente en los ámbitos agrícola y pesquero, fueron arduas y cargadas de restricciones que marcaron la senda del país. A pesar de las dificultades iniciales, España ha logrado escalar hasta los primeros puestos como exportador agrícola, ganando voz y reconocimiento en el escenario europeo.
El 1 de enero de 1986, España se convirtió formalmente en miembro de este club. Sin embargo, su plena integración en la Política Agraria Común (PAC) no se materializó hasta 1995, un proceso acompañado de un largo período transitorio, especialmente en la apertura aduanera para productos agrícolas, que alcanzó hasta diez años para las hortalizas. Estas medidas, aunque difíciles, han sentado las bases de lo que hoy conocemos.
Impacto en la pesca española
En el ámbito pesquero, la flota española, en su momento apodada la ‘Armada española’, ha enfrentado retos significativos desde su ingreso. Las restricciones históricas limitaron el acceso a ciertas aguas, como las del Báltico y del mar del Norte, un hecho que aún genera controversia y debate en el Tribunal de Justicia de la UE.
Además, el sector pesquero ha sufrido una fuerte reconversión. Entre el año 2000 y la actualidad, el número de buques ha disminuido un 28%, algo que refleja el ajuste necesario frente a las normativas de sostenibilidad y las presiones económicas. A pesar de esto, España sigue siendo la primera potencia pesquera de la UE, con un total de 8.432 embarcaciones.
Números que hablan
Los números también ilustran este crecimiento. En 1985, las importaciones agrarias alcanzaban los 652.500 millones de pesetas (aproximadamente 3.900 millones de euros), mientras que las exportaciones se situaban en 681.755 millones de pesetas (cerca de 4.090 millones de euros). En esa época, España ocupaba el octavo lugar en la clasificación comunitaria de exportaciones agrícolas de los 12 países miembros.
Hoy, la situación es ostensiblemente diferente. En 2024, la producción agraria alcanzó un valor de 68.340 millones de euros, con una renta agraria de 37.759 millones. Este crecimiento se complementa con un superávit de 18.044 millones de euros en comercio agroalimentario, siendo España el segundo exportador detrás de los Países Bajos.
Recuerdos y desafíos actuales
No se puede olvidar la historia reciente. Recordando los años noventa, el tránsito de camiones de frutas hacia otros países solía ser un viaje lleno de tensiones. Hoy, aunque España lidere alianzas en pro de la agricultura, las protestas siguen siendo parte del paisaje agrario, especialmente en respuesta a los retos actuales, como la crisis de los cereales.
La pandemia y la guerra en Ucrania han añadido nuevas capas de complejidad a este panorama. La PAC, que ha sido un pilar fundamental en la evolución del sector agrario, enfrenta ahora importantes interrogantes en su próximo presupuesto, que cubre el periodo de 2028 a 2034.
Mirando hacia el futuro
¿Qué depara el futuro para la agricultura española? La interacción con organizaciones no gubernamentales y los cambios políticos apuntan a una búsqueda constante de sostenibilidad y competitividad. El desafío ahora es adaptarse a un entorno que está en constante cambio, donde la historia marca el camino, pero también plantea preguntas sobre quiénes serán realmente los ganadores.
A medida que avanzamos, es crucial seguir explorando las dinámicas del sector agroalimentario y pesquero en España, no solo en el contexto comunitario, sino también a nivel global. ¿Cómo se enfrentarán los agricultores a los nuevos retos? La historia continúa, y su desenlace dependerá en gran medida de la capacidad de adaptación y de visión hacia un futuro sostenible.








