El sector de las energías renovables en España enfrenta un desafío en el desarrollo y la implementación de recursos como la biomasa y el biometano. A pesar del gran potencial que ambas fuentes de energía tienen, su uso está lejos de ser óptimo. Muchos actores de la industria piden un entorno más favorable que facilite su expansión.
Estancamiento en biomasa eléctrica
La biomasa ha mantenido una contribución muy baja al total de energía renovable generada, representando apenas el 1,4 % en el último año, con una potencia instalada que se ha estancado en 1.107 megavatios. Esta situación se ve aún más sombría al considerar que no se ha conectado ni un solo megavatio adicional de biomasa para generación eléctrica entre 2022 y 2024. José María González Moya, director general de una asociación del sector, ha expresado su preocupación por esta falta de avance y por el hecho de que se espera un incremento en la capacidad en los próximos años, pero «no al ritmo necesario».
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) anunció recientemente la apertura de subastas para adjudicar 1.200 megavatios de cogeneración hasta 2027, incluidas instalaciones de biomasa. Sin embargo, González Moya ha señalado la «poca continuidad» en las subastas y el desarrollo de plantas, lo que refleja la necesidad de un calendario que permita a las empresas planificar adecuadamente sus proyectos.
Requisitos para un impulso efectivo
Uno de los aspectos críticos que se deben atender es la viabilidad de las plantas existentes. La nueva metodología aprobada por el Gobierno, que solo actualiza los costes de operación en más del 1 % anual, no recoge el verdadero incremento de los costes de la biomasa en los últimos años, lo que afecta la competitividad de estas instalaciones. Para competir con otras energías renovables, es esencial establecer un marco normativo y retributivo que sea «estable y predecible».
Los países que han sabido avanzar en este campo, como Francia, han implementado contratos a largo plazo y subastas específicas que podrían servir de modelo. Los ejemplos de Portugal, por sus incentivos fiscales, y de Alemania y Austria, que impulsan la compra de calderas de biomasa, también son dignos de ser tomados en cuenta.
El desafío del biometano
El biometano, otra fuente de energía renovable, presenta su propio conjunto de desafíos. A pesar de que se inyectaron 314,7 gigavatios hora a la red en 2024, su cobertura en la demanda nacional solo alcanzó 1,2 %, un crecimiento del 28,9 % respecto al año anterior. Esto resalta que, a pesar de los recursos potenciales que España tiene, como los residuos agroforestales y los purines de la industria ganadera, la situación sigue siendo insatisfactoria.
González Moya también ha señalado que, aunque se trata de gases renovables, el biometano puede usarse indistintamente con el gas natural en la industria y el transporte, aspectos cruciales en la descarbonización de sectores difíciles de electrificar. Sin embargo, las limitaciones persisten debido a la falta de una regulación clara sobre el derecho de inyección a la red y las barreras administrativas.
La necesidad de un marco regulatorio nuevo
Para optimizar el uso del biometano, se deben simplificar los permisos y establecer objetivos realistas que reflejen el potencial real de España en este ámbito. La meta actual del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) propone un uso de 20 teravatios hora al año de biogás y biometano para 2030, una cifra considerada escasa por muchos expertos.
En resumen, tanto la biomasa como el biometano tienen un camino por recorrer en su desarrollo en España. La industria necesita un marco que favorezca la inversión y que permita a estos recursos competir de manera efectiva en el mercado energético. La reflexión sobre cómo podemos mejorar estas condiciones es un tema que merece atención, dado su relevancia tanto para la transición hacia un modelo energético más sostenible como para promover una agricultura más responsable y eficiente.








