La última semana ha dejado a España con un sabor agridulce. A pesar de las lluvias considerables que han bañado toda la península, la reserva hídrica sigue descendiendo a un ritmo alarmante. Según datos proporcionados por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, los embalses del país han perdido 384 hectómetros cúbicos de agua, situándose apenas al 48,2% de su capacidad total.
¿Qué significa esto para la población española? Simple y llanamente, los embalses tienen ahora casi un 30% menos de agua que la media de los últimos diez años, y un 4,48% menos que hace justo un año. Un panorama que suena a sequía, y que está poniendo a prueba la resiliencia de un país que, por su posición geográfica y climática, es especialmente vulnerable a los cambios hídricos.
Los embalses de uso consuntivo, esos que se usan para consumo y riego, están aún más vacíos, con un nivel de llenado del 40,65%. Por otro lado, los embalses destinados a la producción hidroeléctrica están al 67,21%. Aunque a priori pueda parecer que estos últimos están en una situación más holgada, no hay que olvidar que su capacidad total es menor, con 17.403 hectómetros cúbicos frente a los 38.663 de los embalses consuntivos.
Esta situación se vuelve aún más crítica cuando se analiza de forma pormenorizada. Las reservas están al 84,9% en Cantábrico Oriental y Occidental, al 73,3% en Miño-Sil y al 84,5% en Galicia Costa. Las cuencas internas del País Vasco están al 81%, el Duero al 66,5%, el Tajo al 59,4%, Tinto, Odiel y Piedras al 68,1% y el Júcar al 58,5%.
Pero hay lugares donde la situación es aún más alarmante. Embalses como el Guadiana están al 32,4% de su capacidad, Guadalete-Barbate al 26,1%, Guadalquivir al 24,2%, la cuenca Mediterránea Andaluza al 34,4%, Segura al 33,3%, Ebro al 49,7% y las cuencas internas de Cataluña al 25,3%.
Las lluvias, aunque bien recibidas, no han sido suficientes para frenar el descenso de la reserva hídrica en España. Este fenómeno, más allá de las cifras, es una llamada de atención sobre la necesidad de gestionar de manera más eficiente nuestros recursos hídricos. A este ritmo, la crisis del agua no es una cuestión de si, sino de cuándo. Y ese cuándo, parece que está más cerca de lo que nos gustaría.
