La Semana Santa se aproxima y con ella, muchas tradiciones en los pequeños municipios empiezan a cobrar vida. En Valdeavellano de Tera, un encantador pueblo situado a 30 kilómetros de la capital soriana, se han reanudado las procesiones del Viernes Santo y del Domingo de Ramos, luego de una pausa de ocho años. Este resurgir destaca el esfuerzo y la dedicación de los vecinos por mantener viva su cultura y legado religioso.
Un esfuerzo colectivo para la recuperación de la tradición
La alcaldesa de Valdeavellano de Tera, Laura Prieto Arribas, ha subrayado la importancia de la implicación comunitaria en este proceso. Con apenas 200 habitantes censados, cada uno de los vecinos ha jugado un papel crucial en la organización de estas festividades. Esto ha incluido la búsqueda de voluntarios para transportar los pasos de la procesión, la limpieza de las imágenes y la restauración de la ermita donde se realiza esta celebración. «Es un desafío que hemos asumido con entusiasmo», indicó Prieto en una entrevista.
Además de la preparación física de los eventos, el Ayuntamiento ha implementado estrategias de promoción para atraer a más público, utilizando redes sociales y otros medios de comunicación. Este esfuerzo busca no solo revitalizar la Semana Santa, sino fomentar un sentido de pertenencia y comunidad entre los habitantes del pueblo.
Actividades complementarias para el disfrute de todos
El ambiente festivo se ve enriquecido con actividades organizadas por la Asociación Cultural de Valdeavellano. Entre ellas, destacan un divertido concurso de torrijas y la presentación de un libro escrito por un vecino. Las actividades se coordinan con las procesiones para evitar coincidencias en el tiempo, asegurando así que todos puedan participar y disfrutar de la celebración religiosa y cultural.
En estos eventos, la intención es revitalizar la socialización de los habitantes mientras se conservan las costumbres y raíces de la comunidad. Este enfoque integral busca no solo la revitalización de la tradición religiosa, sino también el fortalecimiento de los lazos comunitarios en un contexto rural donde la despoblación es un desafío creciente.
La necesidad de voluntarios para las procesiones
Víctor de Felipe, un vecino comprometido con la revitalización de la Semana Santa, ha jugado un papel fundamental en la coordinación de los esfuerzos comunitarios. Desde contactar al párroco local hasta organizar a los voluntarios, su dedicación ha sido clave. A lo largo de los años, la falta de un liderazgo religioso estable, tras la muerte del párroco Delfín Hernández, había dejado a la comunidad sin las procesiones del Domingo de Ramos y del Viernes Santo.
A pesar de las dificultades, la tradición aún se mantiene viva. La importancia de contar con un número adecuado de portadores para los pasos es esencial: se requieren ocho hombres para llevar dos de los pasos y ocho mujeres para la Virgen Dolorosa. Con la reducción del número de habitantes, encontrar portadores ha sido un reto, pero la comunidad no se rinde.
Una observación del contexto rural
Más allá de la historia de Valdeavellano de Tera, el turismo rural continúa siendo una opción atractiva para quienes buscan escapar de la rutina y experimentar la tranquilidad de la vida en el campo. Tradiciones como las de este municipio son un reflejo de un patrimonio cultural que merece ser preservado, especialmente en un panorama donde la falta de población amenaza la continuidad de dichas costumbres.
Otras localidades en España han sabido mantener vivas sus tradiciones religiosas durante la Semana Santa, destacando por su singularidad, como el conocido Riogordo (Málaga) con su representación teatral de «El paso», o la venerada tamborrada de Tobarra (Albacete), todas enfocados en mantener vivas sus raíces en un mundo en constante cambio.
Así, la comunidad de Valdeavellano de Tera se adentra en un nuevo capítulo de su historia, donde la colaboración entre sus habitantes y el compromiso por preservar sus tradiciones se convierten en el motor que impulsa su identidad. De cara a un futuro incierto, resulta fundamental que tanto las generaciones actuales como las venideras tomen conciencia y actúen para rescatar y mantener vivas sus singularidades culturales, recordando que en la unidad está la fuerza de la tradición.








