En plena campaña, el 10 de septiembre, la explotación Agrowater Almonds en Lleida afronta un año excepcional en volumen y precio. Dos sistemas de recolección —paraguas y cabalgadora— marcan el ritmo de unas fincas que aspiran a rozar el millón de kilos con cotizaciones cercanas a 6 €/kg.
La recogida de almendra concentra el trabajo de todo el año en unas semanas críticas. En las parcelas convencionales se emplea el sistema de “paraguas”, que pela el fruto al pie del árbol; en los setos superintensivos se usa una cabalgadora “continua” que requiere pelado posterior. El rendimiento industrial se mueve entre el 25% y el 33% (un kilo de pepita por cada tres de almendra con cáscara), y la campaña de 2025 llega con árboles cargados, buen precio y logística ajustada: hasta 50 personas diarias en campo, 20 paraguas y tres cabalgadoras trabajando a la vez.
Dos sistemas, una campaña
La explotación —con unas 1.000 hectáreas en la zona— divide la recolección entre dos tecnologías. El “paraguas” abraza el tronco, vibra el árbol, recoge el fruto y lo pasa por una peladora integrada que retira la piel verde. La almendra sale más limpia y va directa a camión y almacén. Es el método preferido en marcos de plantación convencionales, con copas abiertas y densidades en torno a 300–350 árboles por hectárea.
En las plantaciones superintensivas, formadas como setos, entra la cabalgadora “continua”, una máquina similar a la vitivinícola que “caballea” la línea y desprende el fruto hacia depósitos laterales. Aquí el pelado se realiza en planta fija, donde se separa la piel y se limpia el flujo de hojas y pequeñas ramas. En superintensivo se alcanzan densidades de hasta 2.215 árboles por hectárea, lo que favorece la mecanización y una mayor rapidez por superficie.
Variedades y manejo agronómico
El portafolio varietal se centra en “Lorán” y “Belona”. La primera se describe como estable y resistente, con buena regularidad de producción incluso con vaivenes climáticos. La segunda ofrece un grano más redondeado y dulce, pero muestra alternancia productiva. “Lo que se persigue durante el año es mucha rama delgada, porque ahí estará la flor del próximo curso”, resumen en campo. En seto se poda con discos para mantener el muro vegetal; en convencional se trabaja para facilitar el paraguas.
El riego es por goteo y fertirrigación, con sectores de unas 4 hectáreas y cabezales que inyectan nutrientes por impulsos. En años de normalidad, el canal de Urgell abastece el sistema, aunque cierres puntuales pueden comprometer volúmenes si coinciden con fases sensibles.
Calor, cáscara tierna y poscosecha
El verano caluroso dejó cáscara algo más tierna en parte del fruto. La ventaja es un pelado fácil; el riesgo, algunas peladoras terminan por astillar la cáscara y soltar grano. No sucede en todas las parcelas, pero donde la cáscara se formó con estrés térmico aparecen pérdidas puntuales. La “purga” de frutos viejos en variedades como Belona añade una tarea de selección para evitar penalizaciones comerciales.
El flujo poscosecha sigue un esquema claro: pelado, posible secado por humedad, rompedora si procede y almacén. La relación industrial es de 1:3: por cada kilo de pepita salen tres kilos con cáscara. La piel verde se vende como subproducto para ganadería, entre 8 y 15 euros por tonelada según año.
Organización, costes y mercado
La explotación combina medios propios (peladoras fijas) con servicios externos (paraguas, cabalgadoras y tractores). El alquiler de equipos puntuales ronda los 2.500 euros al mes, por lo que se prioriza pagar por horas de tractor y rendimiento de paraguas. En picos se movilizan unas 50 personas al día entre campo y logística.
El mercado acompaña: la almendra ronda los 6 €/kg y cerca del 60% de la cosecha ya está colocada a 6,20 €/kg, con el resto por debajo de esa cifra. El patrón se repite: compras de turrón en junio-julio, descenso en cosecha y repunte posterior cuando se aclara la disponibilidad en el sur.
Hacer números y mirar al futuro
Si la campaña se acerca a 900.000 kilos de pepita y el precio medio ronda los 6 €/kg, el valor bruto de venta merodea los 5,4 millones de euros. El margen real lo definen los detalles: rotura en pelado, tiempos de vaciado, calibrados y humedad a salida. En paralelo, el clima obliga a pensar a medio plazo: Un almendro no es una fresa: hasta el quinto año no ofrece producciones altas. Cambiar de variedad lleva tiempo, de modo que la elección del material y el manejo del riego son decisiones estructurales.
La comparación con Portugal deja una lección: allí el crecimiento vegetativo se alarga hasta noviembre y acelera la entrada en producción. En Lleida, la apuesta pasa por combinar marcos, afinar la poda en seto y sostener la calidad con registros. Riego localizado con fertirrigación y registro de datos se consolidan como columna vertebral para una almendra que quiere competir en eficiencia.