El sector agrícola español está expectante ante los recientes cambios introducidos en la Política Agraria Común (PAC) por la Unión Europea (UE). A pesar de ser una victoria para los agricultores tras meses de protestas, estas modificaciones, cuyo propósito es reducir la carga burocrática en el sector, llegarán demasiado tarde como para impactar en la planificación de la campaña de 2024.
Las modificaciones en la PAC cometidas ventilan las condiciones medioambientales y los controles ejecutados a las pequeñas explotaciones agrícolas (menos de 10 hectáreas). Sin embargo, existe la sensación generalizada de que los cambios tendrán poco efecto en la definición del mapa de cultivos de España, aunque sí puede haber alteraciones en cultivos específicos como el maíz.
Para hacerse una idea del alcance de la PAC en España, se debe tener en cuenta que el país recibe 4.800 millones de euros en ayudas directas anualmente, beneficiando a unos 650.000 agricultores. Estos cambios podrían afectar a cultivos tipo monocultivo, como es el caso del maíz, o a frutales en pendiente.
Los cambios en la PAC no significan que todo sea un camino llano para el sector agrícola español. Existe un sector crítico, formado por ambientalistas y expertos agrónomos, que considera estas reformas como un paso atrás en la lucha contra el cambio climático.
Además, muchos agricultores y profesionales del sector se muestran descontentos con la gestión de la comunicación de estos cambios por parte de las autoridades, considerando que no se ha hecho suficiente pedagogía con respecto a la nueva terminología y regulaciones.
Otra cuestión que causa inquietud es la aplicación retroactiva de las modificaciones a partir del 1 de enero de 2022, aunque de momento se necesitan que las normativas nacionales y la Comisión Europea las plasmen, algo que todavía no ha sucedido.
En este contexto, el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), que depende del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, prevé que se publique la nueva normativa hacia mediados de mayo.
Por último, a pesar de las dudas y la incertidumbre, la industria agrícola española sigue avanzando y adaptándose a los continuos cambios en el entorno. Pese a las dificultades, los agricultores y productores agrícolas españoles siguen confiando en su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias y continuar trabajando para mantener una industria agrícola sostenible y productiva.