En una era regida por la sostenibilidad y la economía verde, los fertilizantes orgánicos se posicionan como un aliado clave para el sector agrícola. Con políticas europeas robustas que buscan la transición a prácticas más sostenibles, estos fertilizantes se benefician de una creciente demanda debido a su origen natural y su potencial para reducir la dependencia de importaciones de países terceros.
Según la propuesta de la Comisión Europea, hay un objetivo de disminuir el uso de fertilizantes en un 20% para 2030. Además, la dependencia de importaciones se ha visto agravada desde el comienzo de la invasión de Ucrania, lo que ha elevado los precios y aumentado la dependencia de países terceros como Rusia.
Un fertilizante orgánico es un compuesto que contiene carbono en su estructura, y su origen son organismos vivos o material vegetal. En España, hay cerca de 2.000 formulaciones de abonos orgánicos y enmiendas orgánicas procedentes de alrededor de 500 fabricantes y 150 tipos de compost de residuos y lodos.
En cuanto a las cifras, los cálculos muestran que los abonos y enmiendas orgánicas rondan las 500.000 toneladas métricas secas, mientras que los orgánico-minerales oscilan entre 500.000 y 600.000 toneladas métricas secas. Los lodos de depuradora sin procesar superan los 1,2 millones de toneladas al año, de los que 950.000 toneladas se destinan a la aplicación agrícola. En vista de la creciente demanda, la innovación y la inversión en materia de fertilizantes orgánicos son prioritarias.
En regiones como Loja, en Granada, proyectos innovadores están en marcha para maximizar el uso de los residuos orgánicos. Por ejemplo, la cooperativa de San Isidro de Loxa ha creado un proyecto de abono orgánico utilizando los residuos acumulados de su almazara. Este proyecto implica la biotransformación de excedentes de aceite de oliva en biocompost, una prueba más de que el sector agrícola se está moviendo en una dirección más verde y sostenible.