La reciente divulgación por parte de cinco organismos de la ONU ha puesto sobre la mesa una realidad alarmante: el hambre continua su aumento letal, azotando por tercer año consecutivo a una porción creciente de la población global. En 2023, el número de personas subalimentadas se mantiene cercano a los 733 millones, un panorama desolador que se refleja en cada rostro hambriento.
El «Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo», informe presentado en el marco de las reuniones ministeriales del G20, evidencia que uno de cada once seres humanos pasó hambre en el último año. En África, destacó el economista jefe de la FAO, Máximo Torero, los conflictos y la merma de las finanzas han acelerado el sufrimiento, con un 20,4% de su población subalimentada. Mientras tanto, Asia logra sostenerse con un 8,1% y en Latinoamérica, a pesar de algunos progresos, la cifra alcanza el 6,2%.
La realidad es desalentadora, el mundo ha retrocedido 15 años en su lucha contra el hambre. Situación agravada por los factores más vulnerantes: guerras, crisis climáticas y económicas. A estos se suma la mordaz presencia de la pandemia de covid-19, que ha incrementado el hambre en un estimado de 152 millones de personas, respecto al año 2019.
El informe insiste en la urgente necesidad de inversión, tanto pública como privada, en la seguridad alimentaria y la nutrición. Rossana Polastri, Directora Regional del FIDA para América Latina y el Caribe, apunta que debe haber más inversiones y deben ser de carácter inteligente. Este órgano de la ONU pronostica que si esta tendencia se mantiene, en 2030 habrá 582 millones de personas subalimentadas, la mitad en África.
La situación actual está muy distante del objetivo de cero hambre marcado para 2030. Este derrotero ha llevado a Brasil, país presidente del G20, a lanzar una Alianza Global contra el Hambre, con la esperanza de erradicar esta problemática mediante una mejor coordinación e inversión.