La agricultura, un sector de continua importancia en el panorama socioeconómico de la Unión Europea, reconquista recientemente espacio en la discusión política, a raíz de las manifestaciones que los agricultores llevaron a cabo durante los últimos meses. Parece que aun habiendo permanecido en segundo plano durante gran parte de la legislatura que se aproxima a su conclusión, las transformaciones y crisis que ha enfrentado el sector vuelven a situarlo integrante en los debates y planteamientos de futuras estrategias europeas.
A lo largo de este último ciclo político, el sector se ha visto afectado por diversas circunstancias. Entre ellas, destacan las consecuencias derivadas de la pandemia, así como los cambios generados por el pacto de la Política Agrícola Común (PAC) para 2023-2027, que buscaba enfocar la agricultura hacia el paradigma de la transición ecológica. A estas se sumaron el impacto de la guerra en Ucrania, las políticas verdes, los acuerdos comerciales, la burocracia, la competencia de países terceros y los bajos precios que reciben los agricultores.
En respuesta a las protestas, la UE ofreció soluciones como suavizar las exigencias medioambientales de la PAC y reducir la carga administrativa. A esto, se añadió la propuesta de medidas por parte de la Comisión Europea para reforzar la posición de los agricultores en la cadena de suministro.
Existen posiciones divergentes entre los grupos políticos europeos. Mientras desde el PSOE subrayan que hay mucha normativa sobre compromisos de sostenibilidad que no se ha explicado bien, desde el PP se solicita una hoja de ruta clara para asegurar que el sector agrícola sigue siendo un pilar estratégico de la economía europea. Por su parte, desde Unidas Podemos valoran que se han mejorado aspectos como el medioambiental, el social o la perspectiva de género, pero critican que los cambios han sido demasiado tímidos.
En términos de futuro, se insta a la futura Comisión a mantener debates con los sectores agrícolas y la sociedad en general sobre las políticas en relación al mundo rural y agrícola. El cambio en la política comercial para acabar con la competencia desleal y el fortalecimiento de la posición del sector en la cadena agroalimentaria son entre las cuestiones a abordar. Además, se recalca la importancia de continuar subvencionando la agricultura y las zonas rurales y de determinar cómo y cuándo se demandarán compromisos medioambientales y sociales a los sectores agrarios. Pues, si bien muchos señalan que es imprescindible seguir explorando la transición ecológica, también se apunta que las medidas ambientales no deben perjudicar a los trabajadores del campo. Un precario equilibrio entre ecología y economía rural al que Europa debe enfrentarse en el futuro próximo.