La situación en la Comunidad Valenciana tras el paso de la dana es preocupante, especialmente para los viticultores y bodegueros de la zona productora de uva moscatel. A medida que se evalúan los daños, ya se conocen las primeras estimaciones: alrededor de 20.000 hectáreas se han visto afectadas, impactando principalmente a cultivos de cítricos, caquis, uva de vino y hortalizas, lo que se traduce en un posible daño económico de 159 millones de euros.
Los viñedos en riesgo
Esta catástrofe ha golpeado de lleno a las denominaciones de origen (DO) de Utiel-Requena y Valencia. Afortunadamente, gran parte de la uva correspondiente a este año ya había sido recogida, pero los daños generales dependerán de cuántas parcelas hayan quedado completamente arrasadas. Según Salvador Manjón, presidente de la DO Valencia, el nivel de afectación variará según si el agua ha arrastrado el viñedo o si ha dejado barro en la superficie.
En este sentido, el barro puede ser un arma de doble filo; aunque en exceso puede dañar las plantas, en cantidades moderadas podría resultar beneficioso. “El agua de lluvia generalmente no debería ser un problema, ya que puede ser ventajosa para la tierra y la viña”, señala Manjón.
Aunque el agua podría empapar el suelo y darle nutrientes a las viñas, los efectos de la escorrentía y el barro denso podrían ser devastadores en muchas parcelas, provocando que los viñedos queden completamente destruidos.
Evaluación de daños y trabajo en equipo
Mientras los viticultores y bodegas inspeccionan las tierras, se movilizan esfuerzos para recopilar información sobre la magnitud de la devastación. Manjón ha mencionado que están colaborando con el Colegio de Ingenieros Agrónomos para tener una visión más clara de la situación.
Dentro de esta evaluación, el enfoque inicial está en determinar si el agua ha ocasionado daños irreversibles. «Si el agua ha llevado la tierra, simplemente no hay nada que hacer”, lamenta Manjón, destacando que estas parcelas “estarán perdidas”.
Una de las áreas más afectadas es la comarca de Utiel-Requena, donde también se ubican viñedos bajo la DO Cava, aunque hasta el momento no se ha reportado daños en esta última.
Consecuencias para la vid
Gran parte de las viñas ya ha entrado en un estado de «dormancia», lo que permite que pasen el invierno sin inconvenientes. Esto es positivo, ya que, con la cosecha ya realizada, la producción total de este año no se verá afectada. Sin embargo, la preocupación recae en el futuro, especialmente para la próxima cosecha.
El investigador Diego Intrigliolo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha indicado que, si las viñas están encharcadas durante más de una semana, esto puede asfixiar a las plantas, afectando negativamente la brotación del próximo año. La erosión del suelo es otro factor crítico, ya que podría disminuir la cantidad de tierra productiva y agotar nutrientes fundamentales.
Por otra parte, la aparición de plagas es menos probable en esta época del año, aunque la humedad puede atraer ciertos insectos que, sin embargo, no deberían representar un problema inmediato.
La reacción de otras regiones
Fuera de la Comunidad Valenciana, la parte occidental de Andalucía, particularmente Cádiz y Jerez de la Frontera, también sufrieron las inclemencias del tiempo. Las lluvias torrenciales han llegado a acumular hasta 120 litros en un periodo de 12 horas, según reportes de organizaciones agrarias. Sin embargo, en estas zonas se ha observado que esta lluvia podría tener efectos menos perjudiciales en los viñedos, siempre que no haya erosionado la tierra.
David Gómez, del Consejo Regulador de Jerez-Xérès-Sherry, afirma que aunque algunas áreas podrían haber sufrido erosión, “la planta no ha enfrentado serios problemas”, indicando que, por el momento, las viñas se encuentran en buen estado.
El paso de la dana ha dejado a su paso tanto incertidumbre como esperanza. Mientras las primeras evaluaciones indican daños significativos, la resiliencia de la agricultura, incorporando prácticas de manejo sostenible, podría ayudar a mitigar los efectos a largo plazo de estos fenómenos climáticos. La capacidad de respuesta de los viticultores y las bodegas será clave en la recuperación de esta crisis, demostrando una vez más la importancia de la agricultura en nuestra economía y vida cotidiana.