La viticultura regenerativa, que busca imitar a la naturaleza para recuperar el suelo de los viñedos, se está convirtiendo en un enfoque cada vez más atractivo para lidiar con el cambio climático. La idea es permitir que las plantas de vid sean capaces de obtener todo lo que necesitan por sí mismas, generando así un valor añadido en la producción de vinos.
La Asociación de Viticultura Regenerativa, que fue fundada en 2021 por varias bodegas, incluyendo Familia Torres y Clos Mogador, ya cuenta con más de 110 socios de nueve países diferentes. La secretaria de la asociación, Montse Catasús, sostiene que los resultados de adoptar la viticultura regenerativa van más allá de la noción clásica de «terroir», incluyendo una biodiversidad propia a nivel del viñedo.
Las prácticas consisten en conservar la biodiversidad, usar cubiertas vegetales, evitar labrar el suelo, realizar enmiendas orgánicas y gestionar el pastoreo. Todo ello, además de la realización de ensayos de campo y análisis microbiológicos, conforma un nuevo paradigma en el cuidado de los viñedos. A través del ciclo del carbono, se busca frenar la erosión de los suelos, activarlos y incrementar su capacidad de retener agua.
Montse Catasús considera que no existe marcha atrás en el cambio hacia este tipo de agricultura. Hoy en día, la materia orgánica de los suelos agrícolas fel mundo se encuentra en niveles inferiores al 1%, algo que se atribuye a la agricultura convencional.
La viticultura biodinámica y la regenerativa comparten el mismo objetivo, aumentar la materia orgánica en el suelo, pero difieren en lo que se refiere a las técnicas empleadas. Por ejemplo, mientras que la biodinámica labra el suelo, la viticultura regenerativa no lo hace para evitar dañar las raíces de las plantas y los microorganismos.
Catasús también señala que la diferencia con los vinos con etiqueta ecológica es notable ya que su cultivo surge de prácticas agrícolas convencionales, lo que implica que las plantas siguen dependiendo del cuidado humano, y aunque usen herbicidas respetuosos con el medio ambiente y la salud.
Para completar la transición a la viticultura regenerativa en las zonas secas puede tomar entre 15 y 20 años, y de 3 a 5 años en zonas húmedas. A pesar de que durante este proceso la planta no deje de producir, el rendimiento será menor hasta que se complete la transición.
El esfuerzo parece compensar, sobre todo a nivel de la calidad de los vinos. No se trata de si saben «más buenos», como argumenta Catasús, sino de que son más auténticos. Estos vinos reflejan su biodiversidad única y aportan en la mitigación y adaptación al cambio climático. Además, la Asociación de Viticultura Regenerativa ha desarrollado una certificación internacional, realizada por Ecocert, que reconoce los esfuerzos de los viticultores y productores de vinos que aplican este modelo. En este sentido, el consumidor podría estar dispuesto a pagar un poco más por un vino regenerativo.