Un alarmante informe de la Universidad de Comillas junto a la organización Oxfam denuncia que la industria agrícola europea está explotando a alrededor de 2,4 millones de migrantes que laboran en el cultivo de frutas y verduras en el continente. Según revela el documento, titulado «Esenciales, pero invisibles y explotados», existe una sistemática violación de los derechos de estos trabajadores migrantes, a raíz de la legislación de derechos humanos que rige en nueve países de la comunidad.
Las estadísticas más recientes indican que un cuarto de los trabajadores en el sector agrícola europeo es inmigrante, aunque el número podría ser más alto, añade el informe. La explotación laboral y el rompimiento de la normativa europea parecen ser parte fundamental en la estructura de la industria agrícola europea, afirma Nerea Basterra, responsable del Sector Privado de Oxfam Intermón.
Los trabajadores migrantes en los nueve países evaluados, con excepción de Finlandia, reciben salarios que no llegan al sueldo mínimo establecido. Adicionalmente, las mujeres trabajadoras perciben remuneraciones menores. En casos como Huelva, en España, la mitad de las mujeres entrevistadas se quejaron de recibir menos paga que sus colegas varones. Mientras tanto, en Italia, las trabajadoras migrantes ganaron hasta un 30% menos que los hombres.
Por otro lado, el informe también denuncia la ocurrencia de situaciones graves como casos de abuso sexual, técnicas de intimidación y violencia como respuesta a huelgas. Los trabajadores con estatus temporales o irregulares corren un riesgo más alto de ser explotados debido a su inestable situación laboral. De hecho, ha habido casos de trabajadores fruit pickers tailandeses en Suecia trabajando hasta 19 horas al día.
El alojamiento también es una problemática constante para estos trabajadores. Normalmente conviven en espacios saturados, costosos, aislados y donde existen denuncias de chantaje sexual por parte de los supervisores de los alojamientos. Algunos incluso viven en alojamientos improvisados, faltos de agua corriente, calefacción, y sistema de recolección de basura. Esta realidad supone un riesgo de contraer enfermedades y de sufrir incendios.
Por último, el documento revela que accidentes y lesiones son comunes por falta de formación adecuada y equipamiento de protección, especialmente en España e Italia. En casos extremos, se han dado envenenamientos y hasta la muerte de un trabajador por deshidratación en un día laboral con temperaturas de 44 grados centígrados.
Ante esta realidad, Basterra sostiene que «los líderes europeos ya no pueden ignorar más la explotación en la industria agrícola». Asimismo, reconoce una «esperanza» ante una nueva legislación de la UE sobre cadenas de suministro, la cual podría terminar con la explotación si se aplica correctamente en los países europeos.