El acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y Mercosur ha despertado un amplio debate entre los sectores agrícolas en España. Aunque existen oportunidades significativas para productos como el aceite de oliva y el vino, otros sectores, como el hortofrutícola y el ganadero, muestran su rechazo ante el potencial impacto de las importaciones procedentes de Sudamérica.
Progresivas liberalizaciones del comercio
Con el objetivo de facilitar el intercambio comercial, este acuerdo prevé la liberalización del 99 % del comercio agrícola de la UE, permitiendo a Mercosur abrir su mercado al 88 % de los bienes agrarios comunitarios. Este marco podría beneficiar a varios productos españoles, que se posicionan como los más exportados este año, tales como el aceite de oliva, el vino y frutas de hueso. Por otro lado, el intercambio de importaciones ha mostrado un comportamiento diferente, donde las habas y tortas de soja, así como el maíz, destacan como principales productos de ingreso.
El aumento del comercio agroalimentario y pesquero entre España y Mercosur se ha traducido en un crecimiento del valor de exportaciones de un 5,4 % anual en 2023, alcanzando los 420 millones de euros. Sin embargo, las importaciones han disminuido un 29,4 %, totalizando 4.094 millones, lo que ha llevado a un incremento del 32 % en el déficit comercial, que se sitúa ahora en 3.674 millones de euros, según un análisis del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
El sector hortofrutícola se muestra cauteloso
Desde la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas (Fepex), se considera que el acuerdo podría tener un efecto «negativo», ya que existe preocupación por la falta de un análisis de impacto que considere al sector hortofrutícola comunitario. La opacidad en la presentación de las condiciones del desarme arancelario es otra de las inquietudes mencionadas.
Además, Fepex resalta que la entrada de productos al mercado de Mercosur no está garantizada, ya que los países integrantes del bloque requieren la negociación de protocolos fitosanitarios específicos por cada producto antes de permitir importaciones. En cifras, entre enero y agosto de este año, España exportó frutas y hortalizas al bloque por un valor de 39 millones de euros, mientras que las importaciones alcanzaron los 149 millones.
La perspectiva del aceite de oliva
El aceite de oliva se encuentra entre los productos españoles que más pueden beneficiarse de este acuerdo. Rafael Pico, director general de Asoliva, afirma que cualquier pacto que liberalice el comercio es «atractivo», especialmente ante los altos aranceles que actualmente imponen algunos países de Mercosur. Sin embargo, la situación en Brasil, el mayor importador sudamericano de aceite, genera cierta inquietud, ya que las exportaciones de competidores como Argentina, Chile y Perú podrían afectar a las ventas españolas.
Oportunidades en el sector del vino
En el ámbito del vino, la Federación Española del Vino (FEV) anticipa que el pacto podría diversificar los mercados y ofrecer nuevas oportunidades para las empresas. Las perspectivas son interesantes, destacando la eliminación gradual de aranceles para el vino tranquilo y espumoso, así como la protección de 357 indicaciones geográficas de vinos, lo que facilitaría el comercio y elevaría la competitividad del sector español en el extranjero.
Reacciones del sector ganadero
Por el contrario, la ganadería se ha manifestado en contra del acuerdo. Matilde Moro, gerente de Asoprovac, argumenta que la firma implicaría una mayor complicación para la «delicada» situación del sector bovino en Europa, lo que podría traducirse en pérdidas de empleo y valor en el entorno rural. La comparación de normativas entre la UE y Mercosur deja en evidencia la brecha en criterios de bienestar animal, trazabilidad y regulación de alimentos.
El dilema de la industria de piensos
Jorge de Saja, director general de Cesfac, plantea que España, con una balanza comercial «fuertemente desequilibrada» en alimentación animal, necesita mejorar su acceso a materias primas que actualmente no puede producir. Aunque reconoce que el acuerdo no es perfecto, enfatiza que ofrece más beneficios que desventajas, lo que pone de relieve la necesidad de apertura en este sector para mantener la competitividad.
Este acuerdo sugiere un panorama agrícola mixto para España, con luces y sombras en diferentes sectores. A medida que se avanza en las negociaciones y se clarifican los términos, los actores del sector agrícola deberán evaluar sus posiciones y prepararse para los cambios que se avecinan, asegurando que sus intereses sean protegidos en un futuro más globalizado. La realidad es que el comercio internacional y las políticas agrícolas se entrelazan de maneras impredecibles, creando así un continuo desafío que merece reflexión y atención.