La producción de alfalfa en España concluirá en breve con incrementos notables en la producción y una reducción significante en el costo. Las previsiones apuntan a que se superará el millón de toneladas. Esto se ha atribuido a buenas condiciones climáticas y la ampliación del área de producción en un nueve por ciento respecto al año pasado. Paralelamente, el coste final ha visto una disminución de un 36%.
Las regiones de Aragón, Castilla y León y Cataluña son las que lideran en términos de superficie productiva. Según la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa Deshidratada (AEFA), este incremento también se debe a la resistencia que los cultivos de forraje demuestran al clima adverso, y a las ventajas que la nueva Política Agrícola Común (PAC) trae para aquellos que eligen la alfalfa.
La alta disponibilidad de alfalfa ha influido en el abaratamiento del cultivo. En este momento, el precio de una tonelada de pellets de alfalfa corriente se ha desplomado a unos 178,33 euros, en comparación a los 295,92 euros del año anterior, lo que representa una disminución del 39,74%.
En cuanto al producto final, el forraje de alfalfa –especialmente en su forma deshidratada– se utiliza preferentemente en la alimentación animal, dada su estabilidad, homogeneidad y niveles muy bajos de humedad, que previenen la fermentación. Esta forma de alfalfa ya constituye la mitad de la producción total y continúa en aumento.
Finalmente, se menciona que la alfalfa es de gran utilidad para la adaptación al cambio climático, dado que puede recogerse hasta cinco veces al año y no depende de lluvias estacionales. Además, la alfalfa es una planta que mejora la estructura del suelo y contribuye a la fijación del nitrógeno, lo cual hace que su cultivo sea impulsado por la PAC.