En las zonas rurales de España, aguardan con recogimiento y fervor el inicio de las conmemoraciones de la Semana Santa, marcadas por una historia y un respeto por las tradiciones arraigadas. Trece manifestaciones de especial significado aguardan a la incertidumbre del cielo. Las condiciones climáticas pueden ser trascendentales para estos eventos que han alcanzado el reconocimiento como de Interés Turístico Nacional e Internacional gracias a la intensidad de sus rituales y manifestaciones.
En estas áreas rurales, la celebración de Semana Santa se vive de una forma especialmente intensa. Es el patrimonio vivo, las tradiciones centenarias y las creencias religiosas perdurables en el tiempo lo que lleva a estas celebraciones a ser consideradas de importancia turística y cultural a nivel nacional e incluso internacional.
El fervor y la herencia cultural se deducen en cada paso que retumba al compás de los tambores, en cada imagen con siglos de historia contemplada con admiración, y en cada aroma de las flores de la primavera que anuncian la llegada de esta festividad.
Destacan, por ejemplo, las celebraciones andaluzas en la Subbética cordobesa, donde la Semana Santa es ambientada en el Siglo XV, en Cabra, o en Baena en donde los sonidos de los tambores tienen un reconocimiento como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
En Castilla-La Mancha, tanto Tobarra como Hellín en Albacete mantienen una tradición inalterable. Tobarra, por ejemplo, guarda el tamborrada que se celebra el Domingo de Ramos como un tesoro. En Aragón, Barbastro en Huesca tiene una Semana Santa de Interés Turístico Nacional.
Además de estas, otras regiones no se quedan atrás en la demostración del fervor hacia esta tradición. En Galicia, la Semana Santa de Interés Turístico Internacional atrae a visitantes a las ciudades de Viveiro y Ferrol.
Son la idiosincrasia y personalidad de estas zonas rurales las que hacen de estas manifestaciones de Semana Santa ejemplos únicos de respeto a las tradiciones históricas y religiosas.
