El panorama agroalimentario en la Comunidad Valenciana se encuentra en un delicado equilibrio. Isaura Navarro, Consellera de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica de la Generalitat, insta al Ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, a tomar cartas en el asunto. Su petición es clara: que interceda por la agricultura valenciana ante la Unión Europea (UE) para valorar el impacto sobre los cítricos de esta región frente a los riesgos fitosanitarios asociados a las importaciones agrícolas británicas.
El hilo de la trama se desvela en una carta dirigida al Ministro Planas. Navarro evidencia un efecto que aterra a los productores locales: la sustitución de cuotas de mercado de productos como los cítricos españoles hacia el Reino Unido, por importaciones británicas de países extra-comunitarios. Este cambio supone un nuevo desafío comercial para las producciones autóctonas, con el consecuente aumento de los riesgos fitosanitarios ligados a la circulación por la UE de productos procedentes de países plagados de enfermedades vegetales.
La Consellera pone el foco en el Reino Unido, país que no exige tratamiento de frío para la importación de naranjas provenientes de Sudáfrica, un territorio que no está libre de Thaumatotibia leucotreta, entre otras plagas. Ante tal panorama, se solicita la intervención de los comités fitosanitarios de la Comisión Europea en relación a los cítricos y otras frutas y hortalizas provenientes de terceros países, especialmente los mediterráneos, que no están libres de varias plagas y enfermedades vegetales graves.
En palabras de Navarro, «la UE debe analizar los nuevos riesgos fitosanitarios que significan para los países de la Unión las importaciones procedentes de Gran Bretaña de vegetales y productos vegetales por la dispersión de estos productos cuando circulan por territorio de la UE».
Pero la solicitud no queda ahí. El foco se pone también en los Puestos de Control Fronterizo, los cuales deben «revisar y actualizar» sus necesidades de control de calidad reforzada. Según Navarro, la libre importación es un grave riesgo fitosanitario para la totalidad de la agricultura y la biodiversidad de la UE.
El cierre de la misiva va más allá, incidiendo en «la interferencia que significan las asimetrías en los límites máximos de residuos de plaguicidas en el comercio internacional y la importación de productos vegetales a la UE desde el Reino Unido, la asimetría que ello genera en las prácticas agrícolas en la UE y en los países terceros, y la asimetría derivada con relación a los niveles de residuos más estrictos en producto producido en la UE y menos estrictos en el caso del producto producido fuera de la UE».
Este punto es crucial, ya que pone en evidencia la dicotomía que enfrentan los agricultores europeos. Por un lado, se encuentran los estrictos estándares de calidad y control fitosanitario de la UE, que garantizan productos seguros y de alta calidad, pero por otro lado, deben lidiar con la competencia de las importaciones, que no siempre cumplen con las mismas normas.
Además, este conflicto no solo se circunscribe a los productores de cítricos valencianos. Es un reto para toda la agricultura europea y para los mecanismos de control y protección de la biodiversidad del continente. La presión por mantener la competitividad frente a las importaciones puede llevar a prácticas poco sostenibles o que comprometan la seguridad alimentaria.
Este pulso entre la agricultura local y las importaciones exige un análisis profundo y medidas claras. La salud de nuestros cítricos y, por ende, la de toda la agricultura europea está en juego. El reto está servido y ahora es el turno de las autoridades europeas y de los responsables de la política agraria, como Luis Planas, para tomar las medidas necesarias y garantizar un futuro saludable y sostenible para la agricultura valenciana y europea.
Y es que, al final del día, la salud de los cítricos valencianos es la salud de la economía y la biodiversidad europeas. ¿Quién diría que un zumo de naranja podría tener tanta repercusión en nuestra vida cotidiana y en la vida de todo un continente? Ahora, con un panorama más claro, la decisión recae en manos de la UE y su capacidad para garantizar un equilibrio entre la protección fitosanitaria, la sostenibilidad agrícola y la competitividad económica.