El viernes pasado, España celebró el Día Mundial de la Seguridad Alimentaria, un acontecimiento que adquirió una especial relevancia este semestre dada la reciente oleada de protestas por parte de los agricultores. El motivo central de las manifestaciones era su preocupación acerca de la inocuidad de los alimentos importados desde países terceros.
Las discrepancias de los agricultores no sólo giraban en torno al volumen de los alimentos importados sino también por la calidad de ellos. Esta inquietud se debió principalmente a la ausencia de las denominadas «cláusulas espejo» que garantizan que los alimentos que entran en la UE cumplan con los mismos requisitos que los productos locales.
Además, a medida que avanzaban las jornadas de protesta, comenzaron a surgir preguntas sobre si estos alimentos importados llegaban a las mesas de los consumidores con los niveles adecuados de seguridad alimentaria. Prensa, asociaciones de consumidores y productores, e incluso representantes políticos abordaron el tema.
Según el último informe (2021) del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), el cumplimiento de los requisitos para la entrada de alimentos en la UE desde países terceros es del 96% tanto para los alimentos de origen animal como vegetal. Esto no resta importancia a la necesidad de seguir reforzando las medidas de seguridad alimentaria y seguir garantizando la protección de los consumidores.
Por si todas estas protestas y cuestionamientos fuesen poco, la irrupción de informes de alerta sobre situaciones alarmantes como hepatitis en fresas y pesticidas en melones sacudieron aún más el clímulo del debate. Estas alertas se emitieron desde el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos de la UE (RASFF), un organismo que se convirtió en una referencia para evaluar el nivel de seguridad alimentaria en la UE.
En respuesta a todas estas inquietudes, Isabel Peña-Rey, la directora ejecutiva de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), defendió en un desayuno informativo los altos niveles de seguridad alimentaria en la UE. Según Peña-Rey, estos se han fortalecido desde la aparición de la crisis de las «vacas locas» a principios de siglo.
Las cifras son evidencia de que los esfuerzos están teniendo impacto. Datos recientes demuestran que España notifica una alerta alimentaria semanal en las fronteras. Los principales motivos son la presencia de aflatoxinas por encima del límite permitido, la ruptura de la cadena de frío e incluso la presencia de bacterias y virus.
En definitiva, la seguridad alimentaria es un tema que preocupa y ocupa. Implica no sólo garantizar la inocuidad de los productos sino también la equidad para los productores locales. Después de todo, el bienestar de los consumidores y agricultores debe ser la prioridad central. Para ello, no hay esfuerzos de más.