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Explorando la vida y tradiciones enlazadas a la tierra y la cereza del Jerte en Efeagro, un punto de encuentro para los amantes de la agricultura

El histórico cultivo de la cereza del Valle del Jerte en Extremadura, en el oeste de España, desempeña un papel vital en el paisaje, la economía y la vida de la región. Una vasta área de 7.000 hectáreas alberga este cultivo, resultando en que la región produzca entre el 60 y el 70% de la cereza nacional.

Las variedades amparadas por la Denominación de Origen Protegida incluyen una con pedúnculo (Navalinda) y cuatro variaciones sin él (Pico Limón Negro, Pico Negro, Pico Colorado y Ambrunés). El pendúnculo, conocido comúnmente como «rabito», es una característica clave para las cerezas y una area vital en el trabajo de la DO. «Buscar el sello de la Denominación de Origen», asegura José Antonio Tierno, presidente del Consejo Regulador, «permite evitar confusiones y garantizar la elección certera del producto en el supermercado».

De todas las hectáreas dedicadas a la cereza en el Valle del Jerte, 2.000 son de picota, todas ellas cultivadas bajo las estrictas condiciones de la DO. Según José Antonio Tierno, este estándar garantiza que todos los procesos de producción se realicen dentro de la demarcación geográfica.

La Denominación de Origen agrupa a seis empresas (Agrupación de Cooperativas Valle del Jerte, Campo y Tierra del Jerte, CherryLand, Cooperativa del Campo de Navaconcejo, Frutas AZ y Grupo Alba Internacional). Aproximadamente, la mitad de las 100.000 toneladas producidas anualmente se comercializan en España y en el Reino Unido.

Además, Tierno insiste en la importancia de continuar adaptándose a los cambios, diversificando mercados y explorando oportunidades en otros países. Actualmente se están estudiando modificaciones en los requisitos de la DO para acoger otras variedades de cereza y poder prolongar al máximo la recolección, aprovechando variaciones altitudinales en el cultivo.

No se puede olvidar la importancia del cultivo de la cereza para muchos habitantes del Valle del Jerte, cuyas vidas han estado siempre íntimamente ligadas a esta labor. La figura del agricultor merece ser dignificada y el medio rural hecho atractivo para las nuevas generaciones, concluye Tierno.

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