El 45 % de las mujeres asesinadas en España este año por violencia de género, un total de 18 casos, residían en entornos de menos de 20.000 habitantes. A pesar de que algunas de ellas estaban registradas en el sistema policial Viogen, el cual protege a las víctimas, muchas más no contaron con este respaldo. Este es un claro indicador de la desconexión y falta de recursos que frecuentemente enfrentan las mujeres en el ámbito rural.
La importancia de la concienciación rural
Año tras año, las organizaciones de mujeres rurales hacen eco de la necesidad urgente de abordar la violencia de género desde una perspectiva que considere los desafíos únicos que enfrentan en las zonas rurales, donde el aislamiento y el miedo al «qué dirán» impiden que muchas víctimas se atrevan a denunciar. La falta de recursos y el dominio de estructuras sociales tradicionales contribuyen a un entorno en el que la denuncia se convierte en un acto de valentía casi sobrehumano.
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, las asociaciones han enfatizado la importancia de romper con el silencio y de que “la vergüenza” cambie de bando, refiriéndose a las palabras de Giséle Pelicot, cuya declaración en un juicio en Francia ha resonado como un grito de cambio.
Demandas de igualdad y recursos
La presidenta de la Federación Nacional de la Mujer Rural (Femur), Juana Borrego, ha destacado que las políticas de protección y atención para mujeres en el medio rural son «escasas» y ha calificado la situación actual de «grave». En declaraciones a medios locales, Borrego ha subrayado la necesidad de una preparación adecuada desde los colegios para educar en derechos humanos e igualdad de género, así como la importancia de contar con asesoramiento accesible en comunidades pequeñas.
Por su parte, Carmen Quintanilla, presidenta de Afammer, ha indicado que esta vulnerabilidad se ve agravada por el aislamiento social en las zonas rurales, que hace aún más difícil romper el ciclo del silencio. Las mujeres en estos entornos a menudo sufren sin un sistema de apoyo adecuado que permita que denuncien abusos y busquen protección.
Propuestas para el cambio
Desde distintas organizaciones, como Amfar y Fademur, se han planteado soluciones concretas. La creación del Observatorio Rural de Violencia de Género es una propuesta significativa para recopilar y analizar datos sobre esta problemática, lo que permitirá implementar estrategias más efectivas. En este contexto, la presidenta de Fademur, Teresa López, afirma que ha llegado el momento de que la vergüenza cambie de bando y se exija una mayor coordinación entre los recursos disponibles y los operadores en el terreno para poder combatir esta lacra de forma eficaz.
Además, la presidenta de Ceres, Inmaculada Idáñez, ha señalado que la falta de recursos adaptados a las particularidades de los pueblos pequeños limita significativamente el acceso de las mujeres a la protección y atención necesarias. Esto se traduce en un panorama donde “tampoco hay todas las denuncias que deberían” debido a la proximidad y el conocimiento mutuo entre los habitantes.
La violencia económica como desafío adicional
Otro aspecto a considerar es la violencia económica, que a menudo se manifiesta en situaciones donde las mujeres no pueden acceder a ingresos independientes, quedando a merced de los recursos económicos de sus parejas. Este tipo de violencia se convierte en un obstáculo adicional para que las víctimas se atrevan a pedir ayuda o hacer una denuncia, agravando así la crisis de atención y protección.
Frente a esta situación, el teléfono 016 continúa estando disponible para atender a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas del día y en 52 idiomas. También se ofrece apoyo a través de plataformas como WhatsApp y chat online.
La conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer no solo es un momento de reflexión, sino también de acción. Es imprescindible que se fortalezcan las redes de apoyo y se abran más espacios para que las voces de las mujeres rurales sean escuchadas. Vivir en los pueblos no debería ser una condena silenciosa. El cambio es posible, pero requiere de un esfuerzo conjunto y un compromiso decidido.