Mónica, Josefa, Sonia y Petri son cuatro mujeres que han decidido dar un paso al frente en el campo, compartiendo la titularidad de sus explotaciones agrarias con sus maridos. Este movimiento no solo les ha permitido acceder a la cotización y otros derechos, sino que también ha sido un acto de reivindicación y empoderamiento en un sector donde la figura femenina sigue luchando por su reconocimiento. Sin embargo, el camino no ha sido fácil, ya que aún deben lidiar con el peso de la burocracia.
Leyes y logros en el campo
Desde la aprobación de la Ley de titularidad compartida en 2011, el grupo de mujeres que se ha asociado a este modelo ha crecido, alcanzando cerca de 1.400 inscripciones en el registro del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Aunque se han hecho avances significativos en la profesionalización de la actividad agraria femenina, muchas de ellas aún enfrentan desafíos en su día a día. Por ello, el Gobierno español está considerando realizar modificaciones a la norma con la nueva ley de agricultura familiar, buscando fortalecer las oportunidades para estas trabajadoras del campo.
Desmitificando la participación de la mujer en la ganadería
La ganadera Mónica Castellanos, de Navahermosa en Toledo, subraya que «la mujer siempre ha estado en el negocio». Tras ayudar a su pareja durante años, decidió ser cotitular de la explotación familiar. Mónica revela que en los primeros años enfrentó “muchísimas pegas” para conseguir la titularidad, ya que en el 2016 había una confusión generalizada sobre cómo gestionar la titularidad compartida.
A pesar de este panorama, Mónica ha visto mejoras en el tiempo y ha recibido “muchas ayudas” que valoran su papel como mujer en el ámbito rural. Sin embargo, critica la burocracia: “Los papeles nos matan. No podemos estar siempre pendientes de los cambios que se hacen a diario”.
La situación de las frutales en Zaragoza
Josefa Acerete, pionera en la titularidad compartida en su explotación de frutales en Calatayud, Zaragoza, destaca que el principal beneficio de este modelo ha sido la posibilidad de cotizar. A sus 62 años, vive una realidad en la que la sostenibilidad del trabajo agrícola se complica: “El futuro para las mujeres rurales está difícil, sobre todo en los pueblos pequeños”, menciona.
En su finca, donde organiza la recogida y almacenamiento de fruta, el desafío no solo es económico, sino que también vive la presión de mantener un negocio viable. Josefa resalta la importancia de la regularización en su actividad, especialmente porque contratan trabajadores durante la campaña de la fruta.
Retos en la explotación de pollos en León
En León, la provincia con mayor número de altas en titularidad compartida, Sonia Castro gestiona junto a su marido una granja de pollos y 70 hectáreas de cultivos como cereal y remolacha. La experiencia de Sonia al inicio de su andadura fue compleja y llena de obstáculos, como problemas para abrir una cuenta bancaria, dada la falta de conocimiento sobre la figura de titularidad compartida entre algunas administraciones.
“Hoy en día, hay mucho que mejorar”, reflexiona Sonia. Aunque ha notado avances en la discriminación positiva en las ayudas de la Política Agraria Común (PAC), la obtención de permisos sigue siendo un laberinto de normas contradictorias entre distintas entidades gubernamentales, lo cual hace que su trabajo sea aún más arduo.
Desafíos de las mujeres agricultoras en Burgos
Petri Esteban, agricultora de Burgos, comparte una explotación de cereal de secano y cultivos como remolacha y girasoles con su esposo. Aunque su objetivo fue obtener la Seguridad Social, reconoce que esto ha llegado “con 40 años de retraso” para muchas mujeres que antes quedaron fuera del sistema. Desde su juventud, el deseo de cultivar su propia tierra siempre estuvo latente, pero las circunstancias familiares a menudo se interpusieron.
La gestión y la burocracia son su “gran carga”. Para Petri, la titularidad compartida es más que un simple registro; es la forma de visibilizar su trabajo y compromiso en una actividad que tradicionalmente ha sido dominada por hombres.
Es indudable que la lucha por la igualdad en el sector agrario continúa. Las experiencias de estas mujeres son un reflejo de los desafíos y las oportunidades que presentan los tiempos actuales. A medida que la legislación evoluciona, ¿será suficiente para garantizar el reconocimiento y apoyo que merecen las mujeres en el campo? La respuesta a esta pregunta puede ser clave para el futuro del sector agrario en nuestro país.