Ante los crecientes desafíos que supone la sequía y el cambio climático, la agricultura española ha adoptado una estrategia novedosa: el uso de aguas desaladas y regeneradas. Esta estrategia ya se ha implementado en el sureste del país y puede servir como guía para otras regiones.
Un seguro de vida para la agricultura
En España, el uso de agua desalada para la agricultura no es nuevo, llegando a representar hasta el 21% de su uso, pero sigue siendo una opción minoritaria a nivel mundial, donde apenas alcanza el 3%. No obstante, Domingo Zarzo, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (Aedyr), sostiene que el uso de agua desalada en la agricultura representa un ‘seguro de vida’.
Una de las regiones donde esta práctica ha tenido mayor acogida es entre Alicante y Almería, zonas con gran valor agrícola y serios problemas de escasez de agua. La desalación no está exenta de retos técnicos, como el contenido en boro del agua del mar desalada y el desequilibrio iónico entre el calcio, el magnesio y el sodio de las aguas pesadas. No obstante, Zarzo asegura que estas cuestiones pueden resolverse y que la inversión en energías renovables puede ayudar a reducir el coste energético de la desalación, haciendo la opción más viable.
Reutilización de agua: hacia una agricultura sostenible
Otra práctica que ha cobrado fuerza en la agricultura española es la reutilización de agua. En lugares como Murcia, donde se recicla más del 90% de sus aguas residuales – muy por encima del 30% a nivel nacional – el uso de aguas residuales regeneradas aporta nutrientes que permiten ahorrar en fertilizantes y mejorar la salud del suelo.
Juan Carlos Pérez, director técnico del Comité Andaluz de Agricultura Ecológica (CAAE), defiende el uso de aguas regeneradas en la agricultura, siempre que haya garantía de que no se producirá una contaminación de los alimentos y del medio ambiente.
La combinación de la desalación y la reutilización presenta una estrategia pragmática para enfrentar los crecientes desafíos que suponen el cambio climático y la escasez de agua. Al adoptar estas prácticas, España toma la delantera en la búsqueda de soluciones sostenibles para la agricultura.