La amenaza de la gripe aviar no deja de sorprendernos. No sólo se ha extendido a nuevas especies ganaderas, sino que, en un hito sin precedentes ha llegado a la Antártida, territorio hasta ahora inexplorado por este patógeno. La noticia ha sido confirmada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) que ha detectado los primeros casos en vacas lecheras.
La Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) ha publicado recientemente un informe anunciándolo como un desafío importante para el sector primario y animando a doblar los esfuerzos en medidas de bioseguridad. El virus de la influenza aviar se encontró en vacas lecheras en Texas, Kansas y Michigan, y en aves muertas en la Antártida.
Desde el punto de vista ganadero, la infección en nuevas especies supone un desafío para la bioseguridad. A pesar de que los casos detectados en el ganado bovino estadounidense han presentado síntomas leves, es un patógeno que sigue extendiéndose entre animales silvestres y domésticos. Esta floreciente expansión se da gracias a que el virus está «continuamente cambiando» con mutaciones que pueden permitir resistencia al virus facilitando su transmisión entre diferentes especies.
Es por ello que desde las autoridades se llama a potenciar la «vigilancia epidemiológica» y a implementar medidas de bioseguridad. Aunque esto pueda parecer complicado, son medidas de barreras físicas que pueden ser fácilmente aplicables en una granja para evitar el contacto con aves silvestres infectadas.
En la Antártida, sin embargo, la preocupación se centra en los potenciales efectos de la gripe aviar en su biodiversidad. La OMSA advierte en su informe que el impacto de la enfermedad podría ser «negativo» e «inmenso». Las primeras muestras del virus fueron enviadas a la base española «Gabriel de Castilla» en la isla Decepción para su análisis por científicos del CSIC.
La expansión de la gripe aviar a nuevas especies y territorios nos lleva a recordar la importancia de mantener la vigilancia epidemiológica y la bioseguridad de nuestras granjas. Estas medidas, aunque pueden parecer complejas, son vitales para proteger nuestras especies de animales domésticos y, finalmente, nuestra biodiversidad a escala global.
